Tal como todos los años, las esposas y compañeras de los asistentes a la Convención del IIMCh disfrutaron de entretenidos paseos por los hermosos alrededores de Copiapó, en pleno desierto de Atacama.
Si la 58ª Convención Anual fue un éxito en términos técnicos y de camaradería para los socios del IIMCh, también lo fue para un grupo muy especial que disfrutó como nunca durante la semana en que se desarrolló el evento en Copiapó.
Tal como todos los años, las acompañantes que llegan a la Convención disfrutaron de un entretenido programa de actividades que se desarrolló en paralelo a la máxima cita del Instituto de Ingenieros de Minas.
Durante su estadía en Copiapó, aprovecharon el maravilloso entorno que la Región de Atacama ofrece a los visitantes gracias a un concurrido city tour que les permitió conocer algunos de los atractivos turísticos de la ciudad, como la estación desde donde salió el primer ferrocarril del continente, los museos, y la restaurada plaza céntrica.
También conocieron los alrededores de Copiapó a través de la calidez del valle transversal que sirve de escenario natural a la ciudad, donde el desierto, el sol y el cielo se conjugan en una perfecto armonía.
Pero si tanto desierto pudo agotar a alguna de las acompañantes, el relajo ideal vino con un poco de mar como el ingrediente perfecto para cerrar la semana. Y qué mejor que una de las mejores playas de Chile para cumplir con este deseo.
Mientras los socios del IIMCh participaban de los últimos debates y paneles y la organización se esmeraba en tener todo listo para la cena de gala, las acompañantes aprovecharon el día para visitar la hermosa Bahía Inglesa. Ahí la playa las esperaba con sus inigualables aguas turquesas, arenas blancas y una temperatura perfecta que invitaba a descansar y admirar el paisaje olvidando las preocupaciones mundanas.
El envolvente aroma de las olas que reventaban frente a la playa fue un delicioso perfume que invitaba a cada una de las privilegiadas visitantes a deleitarse con una de las playas más bellas de Chile y de la que resulta difícil dejar de admirar por un largo tiempo mientras se camina por su arena tibia.
Y en un restaurant con la más privilegiada vista al mar, disfrutaron de un almuerzo, en el que no faltaron las risas, las bromas y las infaltables muestras de cariño de parte de un grupo que se mostró más entusiasta que nunca.
De vuelta en Copiapó y tras una infaltable manito de gato, el grupo de mujeres renovó energías y fuerzas para acompañar a sus maridos y compañeros en la tradicional Cena de Gala, ocasión en que el Instituto entrega sus habituales reconocimientos a los socios que cumplen 25 y 50 años de profesión.
En la cita, las acompañantes fueron nuevamente protagonistas, aunque esta vez con un toque emotivo que se dejó sentir en más de una oportunidad al ser ellas mismas las que entregaron las merecidas medallas a sus parejas.
Tras la cena, vino el baile que puso punto final a las actividades oficiales de este grupo de mujeres que, tal como viene sucediendo todos los años, le dio un refrescante y saludable toque femenino a un encuentro históricamente dominado por hombres.