En esta nueva entrega, analizamos los cambios en la historia de la minería del cobre durante la primera parte del siglo XXI y las alianzas internacionales que ha suscrito el país, especialmente con China.
Chile posee un tercio de las reservas mundiales de cobre, tiene una democracia estable y también un eficiente y reconocido sistema económico. Por esto fue aceptado en el 2010 como miembro de la OCDE. Si se complementan esas excelentes condiciones político-económicas con los yacimientos relativamente abundantes y masivos, la moderna infraestructura, la poca distancia hacia los puertos y un adecuado personal calificado, Chile debiera seguir manteniendo por mucho tiempo su posición como el productor de cobre más importante a nivel mundial. Ese hecho se fortalece por el gran número de proyectos conocidos con los cuales el país debería alcanzar una producción mineral mayor a los 8 MM/ton Cu en el año 2020.
No tan simple es el pronóstico de la futura cartera de productos de Chile. La tendencia en este punto se inclina evidentemente en dirección a los concentrados de cobre (figura 1). Condicionado por los actuales precios elevados y el fuerte aumento de la capacidad metalúrgica china e india, en los últimos años el incremento de la producción minera vía producción de concentrados ha sido la solución más económica. Si se considera este aspecto desde una perspectiva histórica, entonces se estará frente a una situación similar a la del año 1860, cuando el mineral de fusión directa y del eje dominaba las exportaciones chilenas de cobre. En aquel entonces, como hemos visto con anterioridad, nadie pudo advertir los cambios estructurales que sobrevendrían.
Figura 1: Evolución de productos de cobre exportados
China, como nueva potencia mundial, ostenta un rol significativo en el consumo de materias primas, lo cual también repercute en el cobre. China posee yacimientos relativamente pobres y pocas reservas de importancia, por lo que es dependiente de la importación de materias primas de cobre (concentrado, chatarra, cobre blíster y cátodos). Más aún, China se ha convertido en corto tiempo en el mayor consumidor e importador de cobre a nivel mundial.
Por tanto, Chile como mayor productor y China como mayor consumidor son inevitablemente dependientes el uno del otro. En particular, desde el lado chileno debiera surgir en los próximos años un fuerte interés por garantizar a su principal producto de exportación un comercio y acceso libre a los mercados mundiales. Una garantía para esta independencia en producción y comercio puede obtenerse solo por medio de una estrecha cooperación con China vía alianzas estratégicas o a través de un “Commodity” (cátodos de cobre) que siempre puede comercializarse a través de la Bolsa.
Sobre la base de estas reflexiones y teniendo en cuenta las malas experiencias de la fuerte dependencia del pasado, se puede suponer entonces que Chile y las empresas chilenas buscarán fortalecer en los próximos años las cooperaciones con China y que, en paralelo, se desarrollarán lentamente según las condiciones de mercado (cargos de tratamiento, costos de flete, precios del ácido sulfúrico, aspectos ambientales) las capacidades metalúrgicas en el país. Este pronóstico invertirá entonces gradualmente la tendencia actual y fortalecerá un desarrollo ya experimentado en el pasado (figura 1).