"En la Época de Hierro (1000 a.C - 500 d.C) aparecen nuevas alienaciones que disputan el “liderazgo” del cobre. Este último logra adaptarse mediante el desarrollo de nuevos usos.”
El comienzo de la Época de Hierro fue el primer gran desafío para el cobre: comenzó a ser sustituido de sus principales usos en armas y herramientas, sin embargo, no fue una sustitución fulminante. Inicialmente el acero fue mucho más caro que el bronce y la tecnología de su producción se difundió en forma muy lenta, desde su origen, en Asia Menor hacia regiones vecinas. En Europa Central demoró más de 300 años en establecerse.
Pero la invención del acero no fue fortuita, fue la consecuencia lógica del desarrollo tecnológico de las sociedades de la Época de Bronce que demandaban cada vez mayores cantidades de un producto relativamente escaso con el consiguiente aumento de su precio. La oferta simplemente ya no podía satisfacer la demanda principalmente por la escasez del estaño. Las pocas minas conocidas se agotaron rápidamente, la calidad del estaño (casiterita) se deterioró y además debía ser traído de regiones cada vez más apartadas lo que afectó la calidad del bronce y aumentó su precio. Si a esto agregamos la disponibilidad de mejores hornos estamos ante la primera sustitución masiva de cobre (bronce): la irrupción del acero estaba predeterminada. La abundancia de minas de hierro y bosques que servían de combustible masificaron su producción y muy pronto el acero comenzó su marcha triunfal entre los metales.
Pero este no fue el fin del cobre. El auge económico producido por una materia prima más dura, de mayor disponibilidad y más barata, creó nuevas exigencias y necesidades en las sociedades de la época. Así fue necesario crear un sistema económico en reemplazo del tradicional trueque: se crearon las monedas y las de mayor circulación fueron las de cobre y bronce. Además, se creó un sistema de pesos y medidas uniforme y confiable. En ambos casos fue la propiedad anticorrosiva del cobre y bronce y su facilidad para fabricar objetos fundidos los que primaron para estos nuevos usos. Más tarde, ya en pleno auge del Imperio Romano, se descubrió la aleación de Cu-Zn, el latón. Inicialmente se usó como imitación del oro en objetos decorativos, joyas y monedas. Pero con el tiempo fue tomando cada vez más preponderancia por ser una aleación blanda, resistente a la corrosión y fácil de trabajar, a diferencia del bronce cuya dureza no permitía su uso artesanal masivo. Los cuadros N.º 1 y 2 muestran los objetos más característicos del cobre y cómo fue usado este metal en aquella época.
(Cuadro N°1)
(Cuadro N°2)
Chipre seguía siendo el principal productor de cobre hasta que, en tiempos del Imperio Romano, en el sur de España (Huelva, Sevilla) comenzó a dominar la producción de plata y cobre de aquella época. Los romanos fueron grandes maestros en obras civiles de todo tipo, lo que también se manifestó en sus faenas mineras y metalúrgicas. Fueron los primeros en usar bombas de bronce (bomba hidráulica de pistones de Ctesibio) para el desagüe de las minas e inventaron un sofisticado proceso para la producción de latón: en una retorta cerrada se mezclaban láminas de cobre, carbonato de zinc y carbón y se calentaba en ausencia de aire. El zinc se reducía y evaporaba y en estado gaseoso se difundía al interior del cobre, logrando así esta nueva y preciada alienación. Con este proceso el latón era mucho más caro que el cobre y solo podía emplearse en usos bien determinados.
Si bien la producción de acero incentivó el desarrollo económico de los países, estos se vieron afectados a las primeras consecuencias ambientales, el alto consumo de carbón requerido en la producción de acero gatilló una de las primeras deforestaciones masivas causadas por el hombre.
El método de explotación del cobre fue exclusivamente por minería subterránea y las técnicas empleadas por los romanos se conformaron en forma casi intacta al redescubrir las antiguas minas abandonadas de Tharsis, Sotiel y Río Tinto, esta última transformada hoy en un gran museo de sitio. El cuadro N°3 indica los flujos comerciales de algunos metales durante el Imperio Romano.
(Cuadro N°3)