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Tue, Dec

Las aguas del sur de Chile calman la "sed minera" del norte

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Tres iniciativas privadas proponen llevar agua de los ríos del sur de Chile al árido norte mediante buques o tuberías submarinas y subterráneas. El objetivo: calmar la sed minera de este país, el primer productor mundial de cobre. Los proyectos Aquatacama, Vía Hídrica del Norte y Sirius superaron la etapa de factibilidad como obras de ingeniería, pero no están aprobados por las autoridades ni cuentan con estudios de impacto ambiental.

Las empresas que los promueven están buscando clientes, en especial en la industria minera, y haciendo lobby ante el gobierno para que los declare de interés social.

Su argumento es poderoso: la creciente escasez hídrica del norte minero limita el desarrollo y puede derivar en estallidos sociales.

La minería no es un sector a ignorar: aporta 13 por ciento del producto interno bruto y 36 por ciento del empleo nacional.

Chile, un país estrecho y largo, tiene abundantes recursos hídricos, pero con reparto desigual: mientras al Sur de Santiago la disponibilidad media anual es de más de 10.000 metros cúbicos por persona, al norte de la capital no llega a los 800 metros cúbicos por persona, según un estudio realizado en 2011 por el Banco Mundial.

Solo la extracción de cobre consume 12.615 litros por segundo de agua dulce, según el Consejo Minero.

Los tres proyectos se presentan como solución a esta brecha entre demanda y oferta, que se acrecentará hacia 2020.

Aquatacama, de la empresa Vía Marina y el grupo francés Vinci, entre otros, gastó 1,4 millones de dólares en un estudio que propone transportar agua desde la desembocadura de los ríos del sur hasta Arica, en el extremo norte, un recorrido de 2.500 kilómetros que se haría con un ducto bajo el océano Pacífico.

La ruta fue analizada por técnicos de la armada y de las capitanías de puertos. La propuesta es captar agua de los ríos Rapel, Maule y Bío Bío, en la zona centro-sur.

Según Aquatacama, la demanda potencial desde la ciudad central de Valparaíso hasta Arica (separadas por 2.000 kilómetros) es de 30 a 100 metros cúbicos por segundo y es posible instalar puntos de distribución cada 100 kilómetros.

El proyecto propone inicialmente tomar agua del Rapel y llevarla hasta Coquimbo, a unos 400 kilómetros, para servir a distribuidoras de agua, a la minera Andina de la estatal Corporación del Cobre de Chile, y a pueblos de la zona.

El consumo de energía no llegaría a 0,9 kilovatios/hora por metro cúbico, cuatro veces menos que desalar el agua de mar, dicen sus impulsores.

Vía Hídrica del Norte, del consorcio chileno-español Euro Engineering Group, pretende transportar 25 metros cúbicos por segundo, en tuberías de acero subterráneas de tres a cuatro metros de diámetro y a lo largo de 2.400 kilómetros.

La meta es abastecer a la minería mediante un trazado que va del nivel del mar a los 4.300 metros de altura.

Los principales yacimientos cupríferos están en el norte, frente al desierto de Atacama, el más árido del mundo. Allí la falta de agua afecta también a la agricultura y al consumo humano. El agua se reparte en camiones cisterna y las familias más pudientes compran el líquido envasado para cocinar.

Sirius, de capitales nacionales, se propone una complementación con otros proyectos y requiere una inversión inicial de 50 o 60 millones de dólares. Apunta a la zona de Copiapó, 800 kilómetros al norte de Santiago, adonde dos barcos por mes llevarían hasta 3,5 millones de metros cúbicos de agua para consumo humano.

Para eso debería extraer unos 1.500 metros cúbicos por segundo de un río de la austral Patagonia. La empresa sostiene que esa extracción sería inferior a 10 por ciento del caudal de origen, con base en datos de la Dirección Nacional de Aguas.

“El déficit de agua limita las opciones de desarrollo de las regiones del norte que requieren ser abastecidas con productos y servicios de otras regiones”, dijo a Tierramérica el director del Centro de Modelamiento de Negocios, Nicolás Jadue, de la privada Universidad Mayor.

“Aumentar la oferta sin duda generaría beneficios importantes”, agregó. Pero estos proyectos se deben analizar “desde la perspectiva de la rentabilidad social”, sugirió.

“El impacto de introducir recursos hídricos en territorios de escasez y con fuerte potencial económico, resulta ser bastante mayor al privado, por efectos de los fuertes encadenamientos productivos y sociales que inducen las principales actividades que compiten por el agua: agrícola y minera”, aseveró.

Todo el mundo está de acuerdo en que al norte le falta agua. Pero las soluciones son incluso contrapuestas.

Cristian Silva, mentor del proyecto Sirius, cree que la escasez refleja falta de regulación. “El agua tiene que subir de precio. La interrogante es quién lo pagará”, aseveró.

Algunos parlamentarios proponen volver a nacionalizar este recurso, que se privatizó en la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990), mientras organizaciones sociales quieren una movilización para exigir una estrategia hídrica nacional.

“El buen uso del agua es mejor que decenas de proyectos locales”, dijo el experto Axel Dourojeanni, consultor de agencias de las Naciones Unidas y ex director nacional de Aguas y Suelos de Perú, en la Conferencia Mundial del Cobre, organizada en Santiago en los primeros días de abril. “No hay aún estudios del nivel de profundidad requeridos para determinar la viabilidad social, económica y ambiental de los trasvases de sur a norte, ni esta opción debe estudiarse separada de otras para mejorar la eficiencia, el buen uso y el reordenamiento del territorio”, dijo Dourojeanni a Tierramérica.

“Los trasvases son necesarios, pero también crean dependencia y tienen un alto costo. Más aun, es esencial determinar los efectos en el lugar de donde se extrae el agua”, abundó.

Para Lucio Cuenca, director del Observatorio Latinoamericano de Conflictos Ambientales, la interpretación detrás de estos proyectos, que el agua dulce de los ríos se pierde en el mar, “está inspirada en una lógica economicista y va contra la que plantean los ecosistemas”.

Se trata de “falsas soluciones que ocultan la realidad, principalmente del norte, donde se ha permitido que la expansión de la minería sobrepase todos los límites ecosistémicos que son capaces de resistir esos territorios”, dijo a Tierramérica.

Rodrigo Villablanca, dirigente de la Comunidad Diaguita del central Valle del Huasco, que lucha contra la aprobación del proyecto aurífero Pascua Lama, dijo a Tierramérica que “las mineras no solo consumen grandes cantidades de agua, sino que destruyen glaciares en las partes altas de las cuencas incluso mucho antes de estar produciendo”.

“Ahora pretenden sacar agua de otro sistema ecológico que se verá dañado también”, añadió.

Para Cuenca, la solución a la crisis hídrica pasa por bajar la intensidad de la inversión minera y “revisar la política de gestión de los recursos naturales”.

Dourojeanni estimó que “lo más urgente es mejorar la gobernanza del agua en base a una comparación entre la situación actual y la situación deseada, que debe ser claramente definida”.

“Para ello se debe seguir un protocolo riguroso, como está desarrollando la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) que apunte al mejoramiento de la gestión del agua, desprovisto de ideologías o ideas preestablecidas sobre privatizar o nacionalizar”, estimó Dourojeanni. “Países con todo nacionalizado sufren problemas similares a Chile, así que el tema va más allá de nacionalizar o privatizar”, concluyó.

Fuente: Chile.iagua.es