El día sábado 17 de mayo a las 11:00 horas se realizará un Responso en la Capilla del Parque del Recuerdo.
Estimados Socios,
Lamentamos comunicar el sensible fallecimiento de nuestro ex Presidente y Socio Honorario, Señor AUGUSTO MILLÁN URZÚA (Q.E.P.D.), acaecido recientemente hoy viernes 16 de mayo de 2014.
Sus restos están siendo velados en la Capilla del Parque Del Recuerdo. Mañana sábado se efectuará un responso a las 11:00 horas en la misma Capilla, para posteriormente ser trasladado al crematorio.
Atentamente,
DIRECTORIO IIMCH
Información para enviar Corona de Caridad:
Sra. Isolda Armijo, esposa e hijos
San Crescente 19, Depto. 94, Las Condes - Santiago.
_______________________________________________________________________________________________________
A modo de homenaje, compartimos y replicamos la entrañable entrevista realizada a don Augusto en la que recorre los hitos más importantes en su vida y trayectoria profesional. (Entrevista publicada en la Revista Minerales Nº 264)
Augusto Millán – A través del estudio de la materia, una vida rica en experiencias
Augusto recuerda como si fuera ayer cada uno de los momentos que marcó su vida. Una historia tan intensa como multifacética que revela en una extensa entrevista concedida a Revista Minerales.
Sobrevivió a un incendio a bordo de un velero. Estuvo más de 30 horas en el mar tras un naufragio. Cayó en vehículo por un barranco. Volcó otro par de veces en camioneta por peligrosos caminos. Y logró regresar con vida, pero agonizante por una fulminante enfermedad, tras una travesía en solitario y a caballo por la montaña. Parece que a Augusto Millán Urzúa no le entran balas. Ha vivido de todo. Y de todo ha salido indemne para contarlo.
Pero esta figura de la minería nacional tiene mucho más que contar que accidentes y salvadas milagrosas. Es testigo privilegiado de gran parte de la historia del siglo XX, y auténtico protagonista de muchos de los sucesos que marcaron a la industria minera de esta parte del mundo. Una increíble y multifacética historia que comienza muy lejos de Chile, un 28 de febrero de 1925, en Paris. Ahí nace Augusto por el oficio diplomático de su padre.
En tanto, la madre de Augusto, Carmen Urzúa Lavín, era hija de un acaudalado empresario de Rancagua.
Al regreso a Chile, las cosas no fueron fáciles para la familia Millán Urzúa. Eran los años ’30. La severa crisis económica mundial ayudó a configurar un escenario dramático para muchos, incluyendo los Millán Urzúa.
En la Armada
Logró cierta estabilidad al llegar al Instituto Nacional, pero a los 14 años, su padre lo saca del colegio sin preguntarle y lo matricula en la Escuela Naval donde completaría sus estudios y comenzaría una incipiente aunque interrumpida carrera militar.
- “Mi padre me obligó a entrar a la Escuela Naval. Me dijo que no podía seguir manteniéndome. La década del treinta fue durísima para mucha gente. Entonces parecía conveniente que entrara a la Escuela Naval porque me iban a dar una beca completa”, recuerda Augusto.
Y consiguió esa beca porque su padrino era nada menos que Pedro Aguirre Cerda.
Augusto nunca se sintió bien con la instrucción y disciplina militar. Sólo valora la sólida formación “en matemáticas, física y química” que recibió y que le serviría años después en la universidad.
- “Me retiré pronto. Me facilitó mucho la salida el hecho que se nos quemó el barco escuela, que era un velero precioso. Fue un accidente muy grave. Con eso se adelantó mi retiro de la Armada. Si no hubiera sido así, me hubiera sido muy difícil”.
Inició su preparación para el Bachillerato. Aunque más que los estudios, de lo único que recuerda es la mujer que conoció apenas entró al curso y que cambiaría su vida.
- “¡Fue lo único que vi! En el recreo me paré al lado de ella, y a puras mentiras le fui conversando. Le preguntaba y ese libro tan grande que lleva usted bajo el brazo, y ella me decía que era su libro de física, y yo le decía ese es mi punto débil y si me lo podría prestar. Claro que si” dijo ella. ¿Dónde se lo puedo devolver?, pregunté. En Andrés Bello 80, me respondió. Bueno, ya van 60 años de matrimonio. Yo no me acuerdo qué aprendí en ese curso, de lo único que me acuerdo es que la vi y se acabó todo lo demás”.
Ingeniería y Medicina
La historia de su formación como profesional sigue en la década de los 40, cuando ingresa a estudiar Ingeniería en la Universidad de Chile.
Antes de terminar, decide casarse con la mujer de su vida, se compra una casa, un auto, y vuelve a cambiarse de carrera. Esta vez, a medicina.
- “Me fui a estudiar medicina porque me inquietaba la naturaleza de la materia, inquietud que compartíamos con don Jorge Muñoz Cristi, que era un hombre muy inquieto, y que había tenido los mismos intereses míos.
Mientras estudiaba medicina, llegó a Chile el primer microscopio electrónico, que fue instalado en el subterráneo del Instituto de Neurocirugía. Lo había traído el doctor Asenjo, “un gran cirujano que había hecho mucho dinero, y que era un experto en microscopía”.
- “Y Asenjo preguntó quién se dedicaba a la microscopía en Chile, y le dieron mi nombre. Así que me contrató. Fui el primer operador de un microscopio electrónico en Chile y me dediqué a hacer los primeros cultivos de tejido que se hicieron en el país”.
Tras esa experiencia en Medicina, Augusto decide retornar a Ingeniería para terminar sus estudios, donde se encuentra nuevamente con Jorge Muñoz Cristi y le cuenta que no logró encontrar la naturaleza misma de la vida. “Y él me dice Ah bueno, sigamos trabajando entonces”, recuerda.
Por esos años, Augusto ya se había decidido por seguir la carrera de Ingeniería de Minas gracias a la geología porque le apasionó”, recuerda.
En terreno
Augusto estaba en la universidad cuando comenzó con sus primeros trabajos relacionados con la profesión gracias a su cercanía con Herbert Hornkohl, un profesor alemán que le enseñó a manejar un magnetómetro que se encontraba en la universidad.
Se fue especializando en magnetometría, lo que le abrió las puertas para trabajar en la compañía Santa Fe, del empresario Andrés Andai Soltanovic, que por esos años pretendía explotar minas de fierro en el norte que eran consideradas inexplotables.
- “Lo fui a ver y le cuento que tengo un instrumento que permite hacer perfiles, magnetometría y que a su vez permite tener un diagnóstico de reservas aproximados”.
Me contrató para que en las vacaciones de invierno le hiciera un informe de una mina que estaba empezando a explotar y que se llamaba El Dorado, cerca de Ovalle. Luego le hice trabajos en los fines de semana. Me exigía un informe verbal que era como un estudio de prefactibilidad completa. “. Y además, compraba lo que yo le decía que era bueno. Entonces no era contestarle cualquier cosa”.
Luego de que Andai viera el resultado de sus informes, le ofreció trabajo permanente, el que rechazó para terminar sus estudios.
Hasta que en 1955, y tras un exitoso paso por la universidad, Augusto obtiene su título profesional y decide aceptar el ofrecimiento de Andai y se va a trabajar a la mina El Dorado, donde trabajó por dos años y medio.
En el MOP
Al poco tiempo, ya estaba contratado, aunque esta vez en la Dirección de Obras Sanitarias del Ministerio de Obras Públicas, que a esas alturas ya sabía de su conocimiento y experiencia en sondajes. “Necesitaban a alguien que pudiera realizar la interpretación de aguas subterráneas, que era la solución para conseguir agua potable para los pueblos chicos.
- “Me decían: don Augusto, cuándo usted tenga tiempo, vea lo del agua potable de Mulchén, porque usted sabe que tienen un gran problema. Yo partía al día siguiente. Y así salió el agua potable de Mulchén, Cabildo, La Ligua, Taltal, hasta en Iquique”.
Muy pronto, su fama hizo que sus estudios de factibilidad también fueran requeridos desde la minería del cobre, lo que le permitió diversificar sus trabajos y ampliar su campo laboral.
La creación de Enami
Uno de los hitos en la vida de Augusto Millán se encuentra en la Empresa Nacional de Minería. Participó activamente en la formación de Enami y fue actor protagónico de los primeros años de funcionamiento de la nueva empresa gracias a un influyente contacto: otro Presidente de la República, esta vez se trató de Jorge Alessandri Rodríguez.
- “Estando en el Ministerio de Obras Públicas, recibí el llamado de dos personas. El primero fue don Jorge Alessandri Rodríguez. Yo conocí mucho a don Jorge porque yo era muy amigo de su sobrina, Gabriela Matte, quien había sido compañera de curso de mi mujer en el Liceo 1. Y cuando lo eligieron Presidente, él me dijo: lo voy a necesitar a usted como parte de un equipo, porque quiero que se trasforme la Caja de Crédito Minero en otra institución, en una empresa. Y como usted está en esto de la ingeniería de minas, y ha conocido bastante el norte...., Esa fue la primera llamada. Después me llamó el que fue gerente de la empresa, Enrique Valenzuela, para que formáramos una comisión para estudiar cómo transformar esta Caja de Crédito Minero en una empresa”.
Ante tamaño ofrecimiento, Augusto no lo pensó dos veces: “me interesa”, dijo con entusiasmo, a pesar de que tenía trabajo de sobra. Pero lo de Enami era un desafío demasiado interesante como para decir que no.
Durante unos cuatro meses, Augusto se dedicó por completo a la mencionada comisión que tenía como gran propósito establecer el marco legal y la redacción de la ley orgánica que permitiera la creación de una nueva empresa. Hasta que finalmente en abril del año 1960, un Decreto Ley permitió el nacimiento legal de Enami. Y por expresa petición del presidente Alessandri, Augusto Millán ocupó una de las dos gerencias que se habían creado con la empresa.
- “Fui muy feliz en ese cargo porque teníamos un buen equipo. Y no sólo por los que ya tenía la Caja de Crédito Minero, sino por el personal que contraté como Hernán Danús, Arturo Barriga, Rafael Sepúlveda, Enrique Giovo, Hans Gopfert, es decir, todo un equipo. Yo fijaba los sueldos, el cargo y punto. Enrique Valenzuela me dio plenas facultades.
En su nuevo cargo en Enami -período en el cual se construyeron las plantas de Cabildo, Taltal y Paipote-, a Augusto le correspondió ser el nexo entre la empresa y el gobierno. Cada vez que necesitaba recursos, lo solicitaba directamente a la Dirección de Presupuestos, que en ese tiempo estaba a cargo de Sergio Molina y Edgardo Boeninger. Y asegura que nunca tuvo problemas para conseguir dinero.
Su paso por Hacienda
Pero Augusto siempre demostró ser un hombre inquieto. Entonces, no extrañó que al poco tiempo ya estuviera embarcado en otro proyecto. “Como a los tres años de estar en Enami, el mismo Edgardo Boeninger me sugirió que fuera a un curso relacionado con programación económica y evaluación de proyectos, que era lo que yo venía haciendo para Enami. Así que me dieron una beca para hacer un curso de un año en la CEPAL”.
Después del curso, el nexo con Molina y Boeninger siguió, ya que fueron ellos mismos los que lo “tentaron” con otro proyecto: le pidieron que creara y que se hiciera cargo de un Departamento de Evaluación de Proyectos en la propia Dirección de Presupuestos, que dependía del ministerio de Hacienda.
- “Me tenté y acepté. Entonces ahí contraté unos doce o trece economistas e ingenieros, entre otros a Hugo Guzmán, a quien había conocido en el curso. Manejé eso durante dos años y era extraordinariamente interesante porque ya no se trataba de proyectos mineros, sino de evaluaciones en general. Me gustaba esto y lo hice un par de años”.
Su trabajo en Hacienda terminó cuando se creó la Oficina de Planificación (Odeplan) que absorbió al Departamento de Evaluación de Proyectos, lo que obligaba a Augusto a trasladarse a esta nueva repartición pública. Algo que no le gustó”.
Cerro Negro
Tras abandonar el gobierno, no le costó mucho trabajo encontrar un nuevo empleo, esta vez, en la Compañía Minera Cerro Negro. Se desempeñó como gerente técnico cumpliendo una exitosa gestión, ya que logró aumentar la producción, bajar los costos, y dejar obras importantes como “una tremenda escuela y casa para los profesores”.
El hecho de viajar constantemente a faena lo llevó a tomar un curso de piloto de vuelo. Se compró un avión y solucionó el problema de los largos traslados. “En 25 minutos estaba en Tobalaba”, recuerda.
El trabajo andaba bien y además, subió el precio del cobre, lo que le permitió comprar maquinaria y realizar mejoras en la planta. Pero hacia fines de los ’60, y a medida que se acercaba la elección presidencial de 1970, las tensiones políticas aumentaban.
Se retiró de la compañía minera y postuló a una beca de Naciones Unidas para estudiar metalurgia extractiva, en el Imperial College, en Inglaterra.
El regreso a Enami
Después de un año, su regreso a Chile lo sorprende otra vez como cesante en medio de los agitados años de comienzos de la década de los setenta.
- “Un día me encontré con Hernán Danús y me dijo algo que me dejó de una pieza: mira, yo te voy a conseguir trabajo en Enami, pero en el área técnica. Insistió en que hablaría con Eduardo Matta. Y así fue como me dieron una pega de asesor metalúrgico. Me dieron una oficina en el edificio de Mac-Iver, con camioneta, estacionamiento, secretaria, etc. Si bien es cierto que yo había contratado a Hernán tiempo antes, no se puede negar que me devolvió la mano con creces. Eso me permitió trabajar como asesor metalúrgico”.
Sobre su trabajo comenta: “Se supone que había que optimizar los procesos, y yo iba a las plantas, sacaba las muestras, hacía todo lo que había aprendido en Londres, pruebas metalúrgicas a nivel de laboratorios para optimizar los procesos.
Pero uno de sus tantos viajes a faena pudo haber terminado en tragedia porque tuvo otro accidente que bien pudo haberle costado la vida.
- “Venía de regreso a Santiago con Juan Enrique Morales en una camioneta de la gerencia y de pronto se manda quebrada abajo. Fue impactante, porque caímos hasta quedar colgando de dos piedras. Y lo entretenido fue que cuando nos rescataron y nos llevaron al hospital, las dos personas con las que iba (el chofer y Juan Enrique) pasaron directo a pabellón por las fracturas. Y yo afuera, esperando, sin ningún rasguño”.
El Departamento de Ingeniería y Desarrollo
En septiembre del 1973, el nuevo ministro de Minería – un general de Carabineros - se contacta con Augusto Millán para ofrecerle la gerencia de ingeniería y desarrollo, diciéndole: “¿por qué no se hace cargo usted si le tiene aprecio a esa institución? Por lo menos mientras no encontremos a un sucesor. Acepté, porque imagínense ¡si era la Enami, nuestra creación!”.
Augusto alcanzó a estar poco más de un año y en cuanto encontraron al sucesor, renunció. Y quedó en la calle, totalmente cesante de nuevo.
Augusto se acerca a un viejo conocido, Gilberto Hartley, un ingeniero y empresario. Le propone trabajar juntos en un proyecto para crear una “filial minera”. El empresario se ponía con 500 mil dólares y el resto del trabajo minero propiamente tal lo hacía Augusto, quien no tardó mucho en comprar barato unas pertenencias mineras que le permitieron formar una empresa.
Al poco tiempo, la empresa ya se había consolidado con la explotación de estas pequeñas minas y con llegada de otros profesionales, lo que le permitió retirarse de la sociedad.
Así fue como Augusto aterrizó en uno de los proyectos mineros importante que se desarrollaría en Chile en los años siguientes: Los Pelambres, que por esos años pertenecía a la compañía estadounidense Anaconda.
Se incorporó a la empresa como gerente técnico del proyecto, donde le correspondió hacer el estudio de factibilidad. Pero al poco tiempo se entera que los norteamericanos habían decidido vender. “Les había mandado un estudio de factibilidad que decía que con el cobre a un dólar les daba una rentabilidad de 18% anual. Pero para los gringos, esas rentabilidades no se comparaban a lo que entregaba el petróleo y el gas. Así que vendieron. Ahí compraron los Luksic y yo me volví a quedar cesante”.
Augusto decide acercarse a la misma Facultad donde se había formado, en la Universidad de Chile, para trabajar como profesor jornada completa. Logró ser contratado para hacer clases sobre evaluación de proyectos mineros, algo que no existía en las mallas curriculares de la carrera.
Su paso por la Universidad no duraría mucho ya que a los pocos meses decide renunciar. De esta manera llega al Centro de Investigación Minera y Metalúrgica, CIMM, donde estuvo los siguientes tres años hasta que sorpresivamente recibe un llamado de la Universidad para pedirle que se hiciera cargo de la dirección de Departamento de Ingeniería de Minas. “Entonces me fui a la Universidad, y ahí jubilé finalmente”.
De esta manera, en la Universidad, el mismo lugar donde había comenzado su vinculación con la minería, termina la vida profesional de Augusto Millán. Una historia riquísima en logros, hitos y plagada de anécdotas (daría para escribir otro reportaje tan largo como éste). Y sus ganas, ímpetu y entusiasmo siguen hasta el día de hoy. Se mantiene vigente, con las mismas ganas de aprender que marcaron diferencias en su larga y prolífica vida.
Pero por muy importante que haya sido en su trayectoria la profesión que abrazó y amó por tantos años, nada se compara con lo que realmente motivó gran parte de su vida: “¡El matrimonio con mi mujer, pues!”, dice sin dudarlo ni siquiera un segundo. “Mi mujer es lejos, lejos, lejos, mucho más importante que mi profesión”. Palabra de minero.