Durante doce años un equipo multidisciplinario encomendado por Minera Los Pelambres, trabajó en la recuperación de 242 bloques de piedra con petroglifos creados por la cultura diaguita. Las piezas, que se encontraban dispersas en las tierras que ocupa el tranque de relaves El Mauro.
El Parque Rupestre Monte Aranda es considerado, por su envergadura, como el sitio arqueológico al aire libre más grande de América. Su construcción se finalizó en 2015, pero aún no está abierto a público. Para esto, falta la autorización de parte del Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). La entidad ya realizó una visita de inspección al lugar y se espera su resolución definitiva en los próximos meses.
El diseño de los senderos del parque no fue hecho al azar. Tres guiones complementarios dieron forma a distintos circuitos: uno arqueológico, que contextualiza y explica el arte rupestre de los diaguitas en el valle de El Mauro; otro ambiental, que lleva a los turistas a observar el entorno que los rodea, la flora y la fauna; y finalmente un guión curatorial, que revela los conocimientos obtenidos mediante los estudios arqueológicos realizados para este proyecto.
Según Paulina Acuña, arqueóloga que participó del proceso de rescate, “de acuerdo a la distribución que se vio de los bloques en El Mauro, se trató de replicar este orden para que los visitantes puedan experimentar estos circuitos o las rutas que fueron identificadas originalmente”.
La información y el patrimonio rescatado en el valle de El Mauro es la base para la creación de este parque rupestre. Ahí, en medio de árboles, se pueden apreciar los bloques rocosos con grabados y aprender de su historia: cómo fueron realizados, con qué materiales, los distintos motivos que forman parte de las composiciones, las técnicas de factura y los lugares donde se suelen encontrar.