“Mi trabajo más importante fue desarrollar, dentro de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas, un departamento de Minas y Metalurgia en la Universidad de Chile”

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Los aportes de Carlos al desarrollo de procesos metalúrgicos químicos relacionados con la producción de cobre y níquel y a la enseñanza de la ingeniería de minas y metalurgia extractiva en Chile y en Canadá han sido reconocidos por sociedades profesionales canadienses, chilenas y norteamericanas y el Ministerio de Minería del gobierno chileno.

Nació en Concepción en 1932, es el mayor de cinco hermanos (cuatro hombres y una mujer, la menor). Durante su infancia, su abuela materna (Leonor), quien vivía en la casa familiar, tuvo una relación de afecto muy grande con él y sus hermanos, de la que guarda muchos recuerdos.
Es ex-alumno del colegio penquista de la congregación de los Sagrados Corazones (SSCC), al que ingresó en tercera preparatoria en 1939. Completó sus estudios secundarios en 1948. “Este año, mi curso cumple 70 años desde que egresamos del colegio. Éramos 18 en sexto año de humanidades. Vamos quedando ocho. Nos mantenemos en frecuente contacto. Hoy nos reuniremos a la hora de almuerzo para celebrar este acontecimiento”, dice Carlos.
¿Qué recuerdos tiene de sus inicios en el colegio?
Recuerdo que teníamos francés en cada año. El profesor, el Padre Francisco Busson Ampen, era un gran pedagogo, escribió una gramática llamada “Les feuilles” (“las hojas”), que fue adoptada como texto por la licenciatura en francés de la Universidad de Concepción. Llegaba a clases con un enorme bolsón de cuero, consistente en dos bolsillos iguales, sin cierre, que se plegaban uno sobre el otro, formando lo que nosotros llamábamos socarronamente "la montura". En uno de los bolsillos, el P. Francisco transportaba un grueso libro en el que registraba, clase a clase, las calificaciones – 7 o 0 -que merecían nuestras respuestas a sus preguntas. Cierta vez, nuestro curso quiso jugarle una broma al P. Francisco, escondiéndonos todos bajo una escala que quedaba frente a la puerta de nuestra sala, justo antes de la clase de francés. A través de una rendija, vimos entrar a nuestro profesor a la sala de clases vacía, depositar imperturbablemente la montura sobre su mesa, rezar la oración inicial, sentarse, abrir su grueso libro de calificaciones y empezar a hacer preguntas sobre el tema del día a los inexistentes alumnos en orden alfabético, y anunciar en voz alta y serena el "zero" merecido por la falta de respuesta. En el momento que decidimos hacernos presente, él continuó con su clase como si nada hubiera pasado. Aquel día, el P. Francisco nos enseñó una importante lección de respeto mutuo entre profesor y alumno, sin que el afecto que nos tenía se resintiera en lo más mínimo. Obviamente, el P. Ministro no celebró nuestro sentido del humor y pagamos caro por la broma. Pasamos un sábado y domingo encerrados en una sala de clase durante todo el día.

Época universitaria

Desde el colegio tuvo una inclinación por ramos de carácter científico (matemáticas, física, química) y, 2 o 3 años antes de egresar, había decidido estudiar ingeniería. “Lo que yo quería estudiar era ingeniería civil”, dice. Dado que la Universidad de Concepción no ofrecía esta carrera, mis opciones eran la Universidad Católica y la Universidad de Chile, ambas en Santiago.
Qué lo hizo inclinarse por la Universidad de Chile?
Ya en Santiago, postulé a ingreso a las dos universidades. Mi compañero de curso del colegio, Claudio Lapostol, hizo lo mismo. Pero, al publicarse las listas de estudiantes aceptados, descubrí que Claudio sólo había tenido éxito en la "U", en circunstancias que estudiantes egresados del colegio de los SSCC de Concepción un año antes que nosotros, con menos méritos académicos que los de mi amigo habían sido aceptados en la católica. Esta aparente anomalía fue la razón por la cual decidí ingresar a la "U".
¿Cómo nace su inclinación hacia la minería?
En mi primer día de clases en la Escuela de Ingeniería de la “U”, conocí a dos estudiantes Enrique Calcagni y Luis Aguirre, ambos santiaguinos, con quienes formamos una “troyka” de trabajo. Al enfrentarnos con la necesidad de elegir especialidad, con Lucho Aguirre, hoy un eminente geólogo, elegimos Minas de entre todas las otras carreras de ingeniería ofrecidas por la Escuela en aquellos años, porque ésta era la especialidad que nos iba a dar oportunidad de estar más cerca de los trabajadores en nuestra futura vida profesional. En el contexto histórico de aquellos años, nuestra decisión fue la conclusión de un razonamiento lógico, casi cartesiano. Los estudiantes respirábamos idealismo y romanticismo a pleno pulmón. La mayor parte de nosotros simpatizábamos o militábamos en partidos de izquierda. Marxistas, cristianos, humanistas soñábamos con ser protagonistas importantes en la construcción de una sociedad solidaria e igualitaria. No fue extraño, entonces, que Lucho y yo eligiéramos Minas, pensando que esta especialidad era el vehículo más adecuado para poner en práctica nuestros anhelos de renovación social.
¿Qué profesores recuerda?
Me inicié en los principios y leyes de la química bajo la tutela del Prof. Laín Diez Kaiser, quien no sólo discutía conceptos con sus alumnos en la sala de clase, sino que además nos enseñaba personalmente a medir con rigurosidad los parámetros determinantes de los fenómenos propios de la química acuosa en su laboratorio de química analítica. Nunca olvidaría la lección recibida de Don Laín sobre la importancia de “observar y medir” en el estudio de los fenómenos químicos y físicos, cuya comprensión es esencial en la práctica de cualquier especialidad de ingeniería.
Recuerdo además con afecto a otros dos grandes maestros, ambos geólogos, Jorge Muñoz Cristi y Héctor Flores Williams; verdaderos científicos, cada uno a su manera. don Jorge era en aquellos años el paradigma del académico; mientras que don Héctor estaba dedicado casi totalmente a contribuir al desarrollo de la minería chilena.
Don Domingo Almendras también merece mención especial. Fuimos muchos los que en mi generación aprendimos a usar con efectividad el lenguaje matemático bajo su sabia y bondadosa tutoría.

Su primer trabajo
Poco antes de que Carlos egresara en 1954, la Universidad de Chile había elegido un nuevo rector, Juan Gómez Millas, un historiador, quien postulaba que el desarrollo industrial y económico de Chile necesitaba ingenieros con capacidad crítica e innovadora. “Él inició el reclutamiento de algunos estudiantes para estudiar en universidades de gran prestigio internacional, para así convertirnos en los nuevos académicos de jornada completa de la facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas. Fui miembro de un grupo de egresados de mi curso que aceptó el llamado del rector. Recién casado, me fui a especializar en metalurgia extractiva a la Universidad de Columbia en Nueva York. Permanecí allí por aňo y medio. Volví a la “U” con un grado de Master. Mi hija mayor nació en Nueva York”, cuenta Carlos Díaz.

Su carrera académica
Entre 1955 y 1975, Carlos fue académico de jornada completa de la Universidad de Chile. Tuvo una activa participación en el proceso de modernización de la Facultad de Ciencias Físicas y Matemáticas que lideraron el Rector Juan Gómez Millas y el Decano Enrique d’Etigny. Organizó el Departamento de Química, de cuyo seno nació posteriormente el Departamento de Ingeniería Química.
Entre septiembre de 1964 y principios de 1967 hizo su doctorado en el Imperial College de la Universidad de Londres. Al volver a la “U”, en marzo de 1967, se hizo cargo de las direcciones de los departamentos de Ingeniería de Minas y de Química.
A fines de la década del 60, en el marco de la “reforma” que se impuso en todas las universidades chilenas, Carlos asumió la presidencia del recién formado Consejo de Docencia de la Faculta de Ciencias Físicas y Matemáticas y la dirección de la Escuela de Ingeniería, pero mantuvo la dirección del Departamento de Ingeniería de Minas.
¿Qué lo hizo alejarse de Chile?
El vendaval político de comienzos de los 70 puso fin a la carrera académica de Carlos. Dice él: “A mi se me identificaba como hombre de izquierda. Estaba en el lado de los perdedores. Tuve que mirar otros horizontes”. En enero de 1975 viajó a Canadá con su familia, para incorporarse a la empresa minera canadiense Inco Limited, principal productor de níquel del mundo e importante productor de cobre y otros metales. En Inco ocupó sucesivamente los cargos de ingeniero de proyectos, investigador principal y jefe de la sección de pirometalurgia del centro de investigación de procesos de la empresa. Allí dirigió proyectos que condujeron al desarrollo de nuevos procesos de fusión y conversión de cobre y níquel. Cuenta Carlos: “Fueron más de 20 años intentando resolver problemas fascinantes, contando con colaboradores calificados y recursos materiales prácticamente ilimitados para investigar nuevas ideas en el laboratorio y en planta piloto”. Agrega: “Esta actividad creó la oportunidad de retomar contacto con colegas en Chile, varios de ellos ex-alumnos míos, que trabajaban en fundiciones de concentrados de cobre, abriendo así la puerta para iniciar un intercambio de experiencias y conocimientos provechoso para ambas partes. Mis viajes a Chile se hicieron frecuentes”. La serie de conferencias COPPER-COBRE, iniciativa chileno-canadiense, en cuya gestación participé activamente, fue otro poderoso mecanismo para intensificar mi vinculación con Chile.

Regreso parcial a la “U”
Al jubilar Carlos de Inco en 1977, fue invitado por Bruno Behn, como director del Departamento de Ingeniería de Minas de la “U”, a colaborar en el restablecimiento de la capacidad académica del departamento. Carlos dice: “Esta invitación me dio la hermosa oportunidad de participar en la continuación del proyecto al que dediqué muchos años de mi vida entre los 50 y los 70, desarrollar un centro académico en ingeniería de minas de nivel internacional en nuestro país”. Durante tres años, Carlos pasó largos periodos en Santiago en esta tarea.
¿Cuál fue su trabajo más importante?
Contesta Carlos: “Luego de desvincularme por segunda vez de la “U”, durante años, en cada nuevo viaje a Chile, volví a visitar a mis amigos del Departamento de Ingeniería de Minas. Me alegraba ver como los jóvenes que salieron a formarse a universidades extranjeras, gracias al plan de modernización del departamento, luego de regresar con grados de doctores, le estaban dando vida a la deseada actividad académica de nivel internacional en sus respectivas disciplinas. Año a año el DIM gana concursos FONDEF. Los programas de postítulo y de postgrado se han fortalecido y diversificado. El número de estudiantes de ingeniería de minas ha aumentado considerablemente”. Agrega: “No me cabe duda alguna que la “U” seguirá liderando este campo de la actividad académica en Chile en el futuro. De todas las experiencias profesionales que he tenido en mi vida, no hay ninguna que me haya dado más satisfacciones que mi participación en el desarrollo del Departamento de Ingeniería de Minas de la Universidad de Chile”.
Los aportes de Carlos al desarrollo de procesos metalúrgicos químicos relacionados con la producción de cobre y níquel y a la enseñanza de la ingeniería de minas y metalurgia extractiva en Chile y en Canadá han sido reconocidos por sociedades profesionales canadienses, chilenas y norteamericanas y el Ministerio de Minería del gobierno chileno.

La familia
En el presente, Carlos está dedicado exclusivamente a su familia y amigos. Con su esposa Alicia disfrutan de la compañía de sus cinco hijos, once nietos y cuatro bisnietos, los que aumentarán a cinco el próximo año, y cónyuges y parejas de miembros de la familia. Alicia y Carlos dedican largas horas a la jardinería en primavera y verano. La música clásica y folclórica y el teatro están entre sus entretenciones favoritas.
¿Cuáles han sido los momentos más felices de su vida, fuera de la minería?
He tenido muchos momentos felices: los nacimientos de mis hijos, de mis nietos y bisnietos, han sido sin duda los mejores momentos de mi vida. Ahora, alejado ya de la minería, aunque no totalmente del mundo académico, disfruto mucho el tiempo que paso con mis nietos y bisnietos.
¿Cuál fue el hecho más importante en su vida?
El periodo en el Departamento de Ingeniería de Minas y mi colaboración con Bruno Behn para reestablecer la capacidad del Departamento de Ingeniería de Minas que se había perdido durante los años de dictadura militar.
¿Algún hobby o hobbies ?
La música. Cuando niño estudié piano, pero después por razones de la intensidad de los estudios de ingeniería y del tipo de trabajo, lo dejé de lado, pero la música siempre ha sido muy importante para mí. En Canadá voy con mucha frecuencia a conciertos, me gusta escuchar música. En Inglaterra fui con mi esposa a clases de guitarra. Al regresar a Chile seguimos con esas clases por un tiempo. Nuevamente la presión de otras actividades le puso fin a nuestro proyecto, lo que lamento. Admiro a quienes pueden entretenerse, alejándose del “mundanal ruido”, tocando un instrumento musical.
¿Cómo conoció el IIMCh?
Don Carlos Neuenschwander (Presidente del Instituto entre 1943-1945 y 1957-1959) junto a don Ernesto Kausel, quienes fueron profesores míos en la “U”, me dijeron “El IIMCh es un buen lugar para establecer relaciones con colegas de otras generaciones para ampliar las oportunidades de trabajo y en el contacto con ellos seguir aumentando tu capacidad profesional”. Eso me pareció interesante y, hoy día sigo pensando así. En Canadá yo fui presidente de la Sociedad Metalúrgica Canadiense y en el momento mi inauguración dije “una sociedad profesional es tarea de todos, no solo de los miembros del directorio, es el aporte de todos los miembros lo que fortalece una sociedad profesional, porque la experiencia de ustedes es un verdadero tesoro que debería estar disponible para el resto de los miembros